Se me acaba de pasar que ayer este blog cumplió un año.
No voy a decir que qué padre que cumpla un año porque casi ni siquiera he escrito aquí. Se supone que lo creé para comenzar desde cero, escribir menos emo y abandonar mi otro blog que también ya está muerto.
Sí, señores, tengo tendencia a abandonar absolutamente todo y por eso no soy gimnasta profesional, ni nadadora, ni pintora, ni taekwondoína, ni psicoanalista, ni actriz, ni Jillian Michaels, ni nada de las cosas que una vez empecé y después dejé atrás. Podrán llamarme huevona, pero si no me apasiona, ¿qué le vamos a hacer?
Y escribir me apasiona, y muchísimo, pero creo que me gusta escribir sobre cosas más personales y mis sentimientos y cosas enfermas y poemas cursis vergonzosos. En fin, cosas que no voy a poner aquí porque cada día soy más paranoica y me da miedo que descubran dónde vivo o cómo se llaman mis papás, o cosas así...
Tampoco me voy a forzar a escribir si no quiero ni estoy inspirada. No quiero ser como la bola de ridículos que se creen escritores sólo porque tienen el diccionario junto a la computadora y meten palabras rimbombantes sin contexto ni relación alguna con lo que están escribiendo y ya porque saben escribir con acentos creen que pueden triunfar como escritores.
Ni siquiera sé qué objetivo tiene este post. No les voy a pedir perdón por no postear seguido porque de todas formas casi nadie me lee. No le voy a pedir perdón a mi blog porque...dude, ni tiene sentimientos. No le voy a pedir perdón a nadie porque de todas formas las guapas no le pedimos perdón a nadie.
Felicidades a mí por... otro blog abandonado, sí.